Dámaso Antonio Larrañaga, en 1815, nos brinda algún dato más específico cuando que visita al jefe revolucionario en Paysandú:
“... A las cuatro de la tarde llegó el General, el Sr. D. José Artigas, acompañado de un Ayudante y de una pequeña escolta. Nos recibió sin la menor etiqueta. En nada parecía un general: su traje era de paisano, y muy sencillo: pantalón y chaqueta azul sin vivos ni vueltas, zapato y media blanca de algodón, sombrero redondo con gorro blanco y capote de bayetón eran todas sus galas, y aún todo eso pobre y viejo. Es hombre de una estatura regular y robusta, de color bastante blanco,
de muy buenas facciones, con la nariz algo aguileña, pelo negro, y con pocas canas: aparentaba tener unos 48 años ...”
LARRAÑAGA, Dámaso A. “Selección de Escritos”, Montevideo, Biblioteca Artigas Colec. Clásicos
Uruguayos, 1965, p. 93
El terutero y la tortuga
Preséntase un valiente terutero
armado de guerrero,
con uniforme blanco y gris completo,
penacho negro con bigote y peto;
el pico y pies de carmín teñidos,
y en sus alas dos dardos encendidos;
centelleantes y rojos
tenía sus dos ojos:
todo indicaba en él sangre y muerte…
a una tortuga hablaba de esta suerte:
–“Sabio amigo: tú a quien varios fracasos
han hecho mesurados tus lentos pasos,
vengo desesperado, y de pelear cansado.
Sabes que soy animoso,
vigilante y celoso;
mas anoche, ¡infeliz! Tengo perdido
a todos los hijuelos con mi nido,
y cuento muchos años
que sufro iguales daños,
mientras que los demás tranquilamente
duermen sin menoscabo de su gente.”
–“¡Ay! Mísero de aquel que al león despierta,
pues a mil males abrirá la puerta!”
Así habló la tortuga mesurada
a su buen camarada:
“Haz que de noche tu familia calle
y no atormente ni perturbe el valle;
duerme cual yo y los otros compañeros,
no seas charlatán y vocinglero,
pues pones al que está durmiendo alerta
y al que te acecha te haces descubierto.
Deja que duerman águilas y halcones,
no llames búhos, zorrillos ni hurones.” Y
siguiendo el consejo
del mesurado viejo,
el terutero logró al fin su cría.
Así yo exclamaré, por vida mía:
sabio silencio mil males evitas
en los que charlatán te precipitas.
Dámaso Antonio Larrañaga
(1771 – 1848)
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